LA ESTRUCTURA DE LAS REVOLUCIONES CIENTÍFICAS
Thomas S. Kuhn nos presenta en su
libro, «La estructura de las revoluciones científicas», no sólo un
estudio sobre de las principales revoluciones acaecidos en el mundo científico
(entendiendo la palabra revolución no como agitación y alboroto sino como un
cambio repentino de ideas en este caso de la concepción de la naturaleza) que
ha atravesado la historia de la humanidad; sino que además nos presenta un
tratado en el que se explican los mecanismos científicos, qué motivan cada una
de las teorías y disciplinas científicas, en definitiva qué es la Ciencia, ya
que sin esto no se podría entender gran parte de esa cosa tan extraña a lo que todos
estamos sometidos: el progreso científico. Basándose principalmente en los
campos de la Física y la Química procura esclarecer conceptos, corregi r malentendidos, es decir, demostrar la
extraordinaria complejidad que conlleva el progreso científico.
Es un filósofo e historiador de la
ciencia estadounidense, nacido en Cincinnati en 1922. Profesor de universidad
en Princeton, Harvard y Berkeley. Su pensamiento es deudor de gente como Koyré,
Piaget, Whorf o Quine. Ha escrito obras sobre psicología (A fucntion for
thought experiments, 1963) y filosofía científica e historia de la ciencia como
La revolución copernicana (1957), Segundos pensamientos sobre
paradigmas (1974) y La tensión social (1977), pero su obra cumbre es
La estructura de las revoluciones científicas. Por su condición de
historiador de la ciencia se ha interesado fundamentalmente en el problema del
cambio científico, que considera de carácter revolucionario.
La ciencia ha estado junto a los hombres
desde el principio de los tiempos, desde aquel hombre de Cromañón que se
preguntaba sobre cosas que consideramos hoy tan triviales como los rayos en una
tormenta hasta el físico nuclear de hoy en día que ha conseguido descubrir unas
nuevas partículas subatómicas. Pero no se puede considerar a la ciencia como un
depósito de hechos, teorías y métodos reunidos en los libros de texto, porque en
ese caso nos podemos encontrar con problemas como ¿quién concibió por primera
vez cierta teoría, fue quién la planteo o quién la enunció? En lugar de buscar
contribuciones permanentes de una ciencia más antigua a nuestro caudal de
conocimientos, debemos tratar de poner de manifiesto la integridad histórica de
esa ciencia en su propia época. Para proseguir con el estudio sobre La
estructura de las revoluciones científicas es necesario describir algunos términos
tales como: ciencia normal: investigación basada en realizaciones científicas
pasadas, realizaciones reconocidas por alguna comunidad científica particular,
durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior. paradigmas:
conjunto de hechos y teoría en los que se apoya una comunidad científica, cuyo
logro carecía casi por completo de precedentes y además son lo bastante
incompletas como para dejar suficientes problemas para ser resueltos por el
limitado grupo de científicos. Su estudio prepara al estudiante para pasar a
formar parte de la comunidad científica con la que trabajará más tarde. Los
paradigmas no se deben entender sólo como una parte constitutiva de la ciencia,
en cierto sentido también son parte constitutiva de la naturaleza. Los
paradigmas no se implantan en la ciencia y continúan igual hasta que uno nuevo
lo sustituya (algo que no suele ocurrir, no es posible descubrir todos los días
un nuevo paradigma más completo, versátil y sencillo que el anterior), sino que
con el tiempo van sufriendo modificaciones que les confieren la posibilidad de
resolver un mayor número de enigmas.
La
ciencia normal se ve afectada por una serie de problemas, estos se pueden
dividir en tres clases: la determinación del hecho significativo, el
acoplamiento de los hechos con la teoría y la articulación de la teoría. La
investigación científica normal va dirigida a la articulación de aquellos
fenómenos y teorías que ya proporciona el paradigma; el trabajo realizado bajo
el paradigma no puede llevarse a cabo de otra manera, cambiar esto sería dejar
de practicar la ciencia que define el paradigma, lo que supone una de las bases
sobre las que giran las revoluciones científicas. A veces al realizar un
experimento los resultados esperados, pueden no tener nada que ver con los
obtenidos.
Con
todo lo anterior podríamos considerar que las revoluciones científicas son
aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en los que un antiguo paradigma
es reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible capaz
de explicar de forma más completa la naturaleza del campo en cuestión, la elección
del nuevo paradigma sólo puede resolverse mediante la lógica y la
experimentación. En la evolución de la ciencia, los conocimientos nuevos
reemplazan la ignorancia en lugar de reemplazar a otros Conocimientos de tipo
distinto e incompatible, por lo tanto las diferencias entre paradigmas
sucesivos son necesarias e irreconciliables.
Las revoluciones científicas sólo
necesitan parecerles revolucionarias a aquellos cuyos paradigmas sean afectados
por ellas, mientras que para observadores exteriores pueden parecerles partes
normales del desarrollo de dicho campo científico revolucionado. Los cambios de
paradigmas hacen que los científicos vean el mundo de investigación, que les es
propio de manera diferente, es decir, después de una revolución los científicos
responden a un mundo diferente. Un ejemplo en el que se puede apreciar este
cambio de visión del mundo es el descubrimiento del oxígeno, Lavoisier vio
oxígeno donde Preystley vio aire desflogistizado; al aprender a ver oxígeno
Lavoisier tuvo que modificar su visión de otras muchas sustancias, es decir,
trabajó en un mundo diferente. La mayoría de las revoluciones científicas suele
pasar desapercibida incluso para los científicos que trabajan en el campo donde
se ha producido (a menos que profundicen más de lo normal en la historia), los
libros de texto truncan el sentido de los científicos sobre la historia de su
propia disciplina y tienden a tratar los conocimientos anteriores como un desarrollo
lineal hacia su situación actual, recordando a los héroes pasados de su
disciplina. Esta tendencia de hacer que el desarrollo científico parezca
acumulativo oculta un proceso que se encuentra en la base de los episodios más
importantes de la ciencia y su evolución. Inevitablemente en las revoluciones
científicas se producen tanto ganancias como pérdidas, aunque los científicos
prefieren olvidarse de estas últimas, lo que no resulta un problema para los
investigadores, pero sí para los historiadores, ésta es una característica más
de la evolución científica. Para que haya una revolución ha de surgir una
interpretación nueva de la naturaleza de la mente de uno o varios
investigadores, normalmente se trata de gente sin mucha experiencia en ese
campo que no está muy comprometida con el paradigma anterior, por lo tanto
capaz de deshacerse de las ideas anteriores con mayor facilidad. La proposición
de una forma nueva de pensar provoca una pugna con la anterior (revolución); a pesar
de que la nueva haya nacido de la anterior y utilice el mismo vocabulario y
conceptos no lo hace de la misma manera he ahí la diferencia principal. Se producen tanto ganancias como pérdidas, aunque
los científicos prefieren olvidarse de estas últimas, lo que no resulta un
problema para ellos, pero sí para los historiadores, ésta es una característica
más de la evolución científica. Pero ¿este progreso científico realmente
significa un avance para los ajenos a la ciencia?, es ahí donde entra en juego
el progreso tecnológico, es decir, a veces puede haber un avance en la ciencia
pero puede no ser suficiente para que haya un progreso tecnológico, al igual
que puede suceder lo contrario. Incluso la mayoría de las veces avance tan sólo
es tangible en un campo científico.
La obra La estructura de las
revoluciones científicas es la más exitosa los cambios de esa cosa que nos
involucra a todos llamado Ciencia. Está escrito con el lenguaje propio de la filosofía,
lo que no significa ininteligible. A lo largo del texto el autor se va
realizando una serie de preguntas con las que da pie a la explicación y a la
introducción de una serie de ejemplos, Kuhn utiliza en cada ocasión los
ejemplos que mejor pueden satisfacer lo que trata de explicar lo que hace que
no sea un tratado muy difícil de entender. Personalmente me ha parecido un
ensayo bastante interesante aunque no excesivamente entretenido, no se trata
del típico libro de cabecera, ni de una novela, sino de una investigación filosófica
en la que el lector se ve obligado a releer más de un pasaje. En él se tratan
temas con los que estoy familiarizado no muy de lejos por mi condición de
estudiante de ciencias químicas, pero en los que no se profundiza demasiado
durante la carrera; quizá sea por esa amnesia que dice Kuhn que sufren
voluntariamente los científicos. A lo largo de las 320 páginas de que consta el
libro (divididas en trece capítulos más una posdata añadida por Kuhn en 1969
para corregir los fallos cometidos en la edición de 1962) nos vemos inmersos en
una obra de filosofía científica en la que se explica como se llevaron a cabo
algunos de los más importantes cambios de pensamiento científico de la historia
y qué es lo que debe tener un periodo de la evolución humana para poder
considerarse una revolución científica e incluso nos obliga a hacer una
reflexión sobre la parte de la ciencia que atañe al personal no científico, es
decir, sobre como puede la ciencia mejorar (o empeorar) nuestra calidad de vida.
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