ANALISIS DE CONTENIDOS TEÓRICOS
Rigoberto
Lanz, cuando se refiere a
la universidad cercada, insiste
en que la exclusividad de las
certificaciones de saberes llega a su fin. La universidad como el único lugar donde se obtienen
diplomas ya no aguanta más, ya no hay correspondencia entre profesionales y empleo, entre transferencias tradicionales de conocimientos
y trabajo.
Hay
una manera de minimizar la gravedad de la crisis universitaria sacando unas
cuentas que tranquilizan la mala conciencia: tantos profesionales graduados, tantos
postgrados y cosas parecidas, donde muchos colegas demuestran que no
todo está perdido, que hay cosas positivas que se hace esfuerzos honestos para
que las cosas mejoren y no se puede partir de cero, nunca ha sido un buen punto
de arranque cuando que remos pensar en estrategias de transformación.
En
cuanto a la mundialización del conocimiento esta inscrito en este marco de
conflictos y contradicciones. Con esa expresión se suelen nombrar fenómenos
aparentemente neutros y universales pero que en verdad andan en sentidos
diferentes. Las compuertas se abrieron y
ya es incontenible el torrente de experiencias
que provienen de todos los confines. Los saberes alternativos, las concepciones
epistemológicas posmodernas, las ondas de la “nueva ciencia” y muchos otros
esfuerzos de renovación al interior mismo de los cascarones de la “ciencia
normal” hablan por sí solos de este dinamismo intelectual que ya no puede ser
represado en los límites instituidos de una manera de conocer, entre otras.
Los
conocimientos “verdaderos” son aquellos santificados por los aparatos
científicos. Por tanto, la enseñanza de esos conocimientos y el reconocimiento
social de esos aprendizajes forman parte de la misma lógica, del mismo
entramado de sentido, por la protección d la diversidad cultural (esta última
casi ganada en el seno de la UNESCO. Lo que estamos planteando es justamente
una lucha hegemónica que asume abiertamente un talante de mundialización
solidaria al defender con toda energía la autonomía de la esfera cultural
frente al mercado. Se trata de rechazar enérgicamente toda tentativa de reducir
a mercancía los patrimonios culturales, los acerbos de conocimientos. Que hayan
industrias culturales y mercados del conocimiento son realidades que han de ser
manejadas con políticas públicas precisas. No para impedirlas, sino para
direccionarlas por encima de las lógicas mercantiles. Se requiere en este punto
una claridad meridiana para atinar con políticas públicas bien diseñadas, con
plataformas políticas bien consensuadas y sistemas de alianzas internacionales
bien tejidas.
Frente
a las leyes de la gravedad, resulta algo ridículo oponerse. Pero la candidez de
la ciencia universal, la ideología de la cultura global y los conocimientos
internacionalizados son siempre cómplices de las patrañas del poder. De allí no
se sigue tan rápidamente algo así como una ciencia nacional o una suerte de
epistemología. Una vez más hay que saltarse estas falsas dicotomías (por
simplistas y maniqueas). No estamos escogiendo entre aldeanismo o
cosmopolitismo. Estamos optando sí por un autentico diálogo de saberes, por un
encuentro de civilizaciones. Por una mundialización solidaria en la que la
cultura y el conocimiento puedan ser las formidables plataformas de
construcción de una comunidad de hombres libres (como lo soñaba el viejo Marx).
EL
FIN DE LA MODERNIDAD
Para Vattimo
Gianni El Fin de la Modernidad es
una interpretación histórica de la verdad; en este sentido, se hace necesario relacionar
la hermenéutica con la modernidad. El nihilismo, la critica a la modernidad y a
la metafísica clásica, pasando por la concepción de verdad y de la historia,
propone asumir el nihilismo como condición esencial de la filosofía
hermenéutica. La vocación nihilista de la hermenéutica es un llamado a pensar
la Verwindung, una torsión nihilista de la metafísica. La llamada ontología del
declinar, tras la explicación de los términos, deviene una interpretación del
ser en el mundo; el nihilismo consiste en una oportunidad para pensar dicho
experimentar. El experimentar del nihilismo no es fundamental, sino
des-fundamentación.
La
modernidad comienza a gestarse junto con la era de los grandes descubrimientos,
entre ellos el de América, que cambian la percepción que el hombre tiene del
mundo, confirmando lo que los sabios de la época venían pregonando. Es la era
del Iluminismo, por el
intenso y rápido progreso de las ciencias de la naturaleza, en donde Bacón y
Galileo destacan como métodos de investigación a la experimentación y el
cálculo matemático.
La
receta que conlleva la modernidad ha dado resultados en algunas sociedades y
han destruido otras. Ha alcanzado enormes progresos en algunos países y a otros
los ha dejado abandonados. Ha producido islas de desarrollo en este inmenso
planeta dejando bolsones de pobreza, exclusión, explotación ambiental y
subdesarrollo. Es decir, la modernidad ha traído bienestar, pero solo para
algunos adelantados e iluminados.
De
esta manera surgen críticas a la modernidad. Algunos critican a la modernidad
en aquello que le faltó llevar a cabo como proyecto moderno, la modernidad en
cuanto no acabó su proyecto, propone una desesperanzada resignación pero sin
abandonar su confianza, en la razón entendida al modo moderno.
La
modernidad y la postmodernidad son conceptos en general bien parecidos. Existen
elementos centrales bien comunes. Lo que no hizo bien la modernidad la
postmodernidad quiere remediarlo. La postmodernidad le agrega a la democracia,
a la libertad, a la razón, al
individualismo y al progreso y al progreso un componente nuevo y tremendamente
diferenciador: el relativismo cultural.
Para
los postmodernos, la naturaleza y el hombre por su técnica han concluido en la
alineación y dependencia del hombre en sus propios productos. Los postmodernos
pueden interpretar cualquier cosa a su manera; todo es interpretación, todo se
vale es decir, en la realidad no habría realidad ó dicho de manera más culta,
no hay ya sintaxis y no hay ya semántica. Todo es pura pragmática.
Ha la
modernidad hay muchas sociedades que la buscan así como el desarrollo,
el progreso, la democracia, conceptos íntegramente modernos. En este sentido la
postmodernidad no es una antítesis de la modernidad. Sino el rebosamiento de lo moderno, no su
superación, es decir, lo posmoderno no es lo contrario de lo moderno, es la
culminación de la modernidad donde ésta, a través de su propio impulso se niega
a sí misma.
Ellos
definen las metas a alcanzar sin que existan buenas o malas culturas. “a cada
uno lo suyo” dice un viejo concepto de justicia que es aplicable íntegramente a
la diversidad propugnada por los postmodernos. El tiempo de hoy lo vivimos en
la encrucijada de lo moderno y lo postmoderno.
Podemos deducir que la sociedad postmoderna
que Lyotard nos pinta no se aleja demasiado de la realidad, y tal vez por eso
mismo es poco halagüeño. No puedo ocultar, por otro lado, que las actitudes que
propone ante el avance a toda máquina de la homogenización por el mero poder,
me resultan poco consoladoras. No quisiera caer en lo que él probablemente
llamaría nostalgia, pero pienso que la pérdida de sentido, de objetivos
trascendentales no es casual, sino intencionada, humana en parte y, por ello
mismo, reversible.
Y
cuando digo transcendencia no me refiero a trascender el mundo sensible, sino a
algo mucho menos ambicioso: la referencia del individuo a entidades que no sean
él mismo, a entidades colectivas. Y es que, realmente, he de decir que no veo
los pequeños relatos por ninguna parte, no veo esas colectividades con su
propio juego de lenguaje que tanto invoca Lyotard como garantes de la justicia.
No veo más que individuos abandonados ante el poder del sistema sin ninguna
entidad mediadora (salvo honrosas excepciones) entre ambos que permita la
crítica, la resistencia y, consiguiente, el disenso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario